Las muertes súbitas se producen cuando algún tipo de alteración en el ritmo cardíaco atenta contra el buen funcionamiento del corazón. Y, por lo tanto, la sangre deja de ser bombeada hasta nuestro cerebro y el resto del cuerpo.
Para prevenir este desenlace, profesionales del Instituto de Cardiología, Cateterismo Terapéutico y Cirugía Cardiovascular del Hospital Universitario Austral (Buenos Aires) recomendaron tomar una serie de medidas.
Entre ellas, la más importante es realizar ejercicio físico un mínimo de dos veces por semana y no evadir los controles médicos de rutina. Los profesionales de la salud pueden calcular el riesgo de sufrir una muerte súbita a través de las mediciones clínicas y los estudios bioquímicos.
Entre los adultos, el envejecimiento acelerado de las arterias -sobre todo a causa del cigarrillo y del sobrepeso- es uno de los causantes más frecuentes de este trastorno. Sumado al mal control de la presión arterial y el colesterol elevado, estos factores pueden provocar un infarto de corazón.
En el caso de los niños y los jóvenes la muerte súbita es más rara y se debe mayormente a problemas de nacimiento, como el engrosamiento de las paredes del corazón y algunas mutaciones.
Frente a la condición de una muerte súbita, la persona afectada se desploma y pierde la conciencia. El efecto es la pérdida del pulso y la interferencia en la respiración. Una vez ocurrida esta fase, la muerte cerebral y la muerte clínica ocurre de 4 a 6 minutos después del paro cardíaco.
Por eso -frente a estas señales de alerta- si una persona cae inconsciente lo primero que debemos hacer es llamar a Emergencias y, luego asegurarnos de que no haya peligro en la escena, comenzar rápidamente con las maniobras de reanimación.